Salir de bares o tascas con los amigos y recorrer la llamada “ruta del tapeo” es para los granadinos algo más que una costumbre, se constituye en un auténtico rito social, es una forma de vida alrededor de la cual se refuerzan las relaciones personales.
Las tapas en Granada pasan de ser una muestra de la cocina local con la que se obsequia al cliente en cada consumición, a todo un símbolo de la gastronomía granadina y una manera informal de almorzar o cenar de forma apetitosa, pintoresca y variada.
Se pueden degustar tapas frías o calientes que recogen toda la herencia tradicional y gastronómica de las culturas judía, árabe y cristiana, llegada hasta nuestros días convertida en la mezcla ideal.
Al visitante no le podrá pasar por alto esa caña de cerveza helada o esa copa de buen vino, acompañada de una apetitosa tapa sentado en las famosas terrazas de verano.
Salir de tapas por Granada es algo más que salir a comer algo
Sentirá como Granada lo cautiva y envuelve proporcionándole un infinito goce para sus sentidos, incluido el gusto.
Orígenes y etimología de la tapa
El origen de la tapa como acompañamiento de la bebida en posadas y tabernas es de origen incierto y existen varias versiones diferentes.
Algunas fuentes sitúan el origen de la tapa en el S. XIII, en plena Edad Media, cuando el rey Alfonso X «el Sabio» se vió obligado a beber algunos sorbos de vino por prescripción facultativa para combatir una afección. Con el fin de evitar embriagarse con el vino, lo acompañaba con pequeños bocados de comida. Una vez recuperado, dispuso que en el Reino de Castilla no se sirviese el vino sin que fuera acompañado convenientemente con alguna ración de comida.
Otra leyenda cuenta que fueron los Reyes Católicos, quienes, tras advertir el aumento de incidentes provocados por los carreteros ebrios al salir de los mesones y tabernas, ordenaron que en éstos no se sirviese vino ni cerveza sin ir acompañados de una tapa. Esta consistía en un plato con algo de comida fría (generalmente queso, jamón o cualquier otra cosa que tuviera el tabernero) y debía ser ingerida por los clientes antes de beberse el vino o la cerveza. Intentaron así evitar en la medida de lo posible los altercados provocados por los carreteros, procurando que éstos salieran de las tabernas en las mejores condiciones posibles.
Otras fuentes atribuyen el origen del término «tapa» a la adopción del vocablo francés «étape» (etapa) y la sitúan en el S. XIX. Según estas fuentes, dicho vocablo hacía referencia al avituallamiento de los soldados en una marcha que durase más de un día. También en este mismo siglo sitúan otros historiadores otro posible origen de la tapa, atribuyéndolo al rey Alfonso XIII, quien, al detenerse en el mesón «ventorrillo del Chato» durante un viaje a Cádiz. Mientras se tomaba un vino de jerez se levantó una polvareda debido al fuerte viento de levante, el mesonero, en un alarde de ingenio intentó proteger la copa real tapándola con una loncha de jamón.
Parece que el invento del mesonero fué muy del agrado del rey, ya que, tras comerse la «tapa» pidió otra similar. De todos los posibles orígenes este parece ser el menos cierto, ya que lo normal hubiera sido que el polvo y la arena hubieran quedado adheridas a la grasa del jamón, haciéndola difícil de degustar.
Hay autores que aseveran que el origen de la tapa bien pudiera estar en Andalucía en el S. XX (en Almería concretamente). Podría haber consistido en una loncha de lomo embuchado que, al colocarla sobre la copa de vino fino evitaba que éste perdiera su aroma. de esta forma, el bebedor podía alternar y charlar con los amigos sin echar a perder las cualidades del caldo.